miércoles, 8 de agosto de 2007

Hebreos 11:1-4, 35b-40
Confiar en Dios es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun cuando no podamos verlo. Dios aceptó a nuestros antepasados porque ellos confiaron en él. Y nosotros creemos que Dios creó el universo con una sola orden suya. Lo que ahora vemos fue hecho de cosas que no podían verse.
Abel confió en Dios, y por eso le ofreció un sacrificio mejor que el de Caín. Por eso Dios consideró que Abel era justo, y aceptó sus ofrendas. Y aunque Abel ya está muerto, todavía podemos aprender mucho de la confianza que él tuvo en Dios.... Algunos confiaron tanto en Dios que no quisieron que los dejaran en libertad. Al contrario, dejaron que los mataran, porque sabían que volverían a vivir y así estarían mucho mejor. Mucha gente se burló de ellos y los maltrató, y hasta los metieron en la cárcel. A otros los mataron a pedradas, los partieron en dos con una sierra, o los mataron con espada. Algunos anduvieron de un lugar a otro con ropas hechas de piel de oveja o de cabra. Eran pobres, estaban tristes, y habían sido maltratados. La gente de este mundo no merecía personas tan buenas, que anduvieron sin rumbo fijo por el desierto, por las montañas, por las cuevas y las cavernas de la tierra.
Dios estaba contento con todas estas personas, pues confiaron en él. Pero
ninguna de ellas recibió lo que Dios había prometido. Y es que Dios tenía un plan mucho mejor, para que nosotros también recibiéramos lo prometido. Dios sólo hará perfectas a esas personas cuando nos haya hecho perfectos a nosotros.

2Corintios 12:7b-9

Por eso, para que no me llene de orgullo, padezco de algo muy grave. Es como si Satanás me clavara una espina en el cuerpo para hacerme sufrir. Tres veces le he pedido a Dios que me quite este sufrimiento, pero Dios me ha contestado: "Mi amor es todo lo que necesitas. Mi poder se muestra en la debilidad". Por eso, prefiero sentirme orgulloso de mi debilidad, para que el poder de Cristo se muestre en mí.
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Tengo un problema, no puedo dejar de pensar. Algo que me han inculcado toda la vida, y que he practicado tanto como he podido, es el que la fe es todo, y que HAY QUE girar en torno a ella para la vida. Luego con los años pasé a ser una cnvencida a que la fe no se elegía, sino que por algún motivo algunos desarrollaban fe y otros no... y me sentí misteriosamente privilegiada. Después me di cuenta que una parte importante de mi no cuadraba con esta... o le generaba demasiados problemas.

Sabiendo que a partir de ese momento la vida se transformaría en una lucha, me decidí a avanzar.. y tres pasos más adelante comencé a percibir el 'privilegio' de la fe como una carga. Una limitante de la que pronto sabría que me sería imposible huir.
Al final tuve que resignarme a que mi naturaleza y la fe vivirían una gran pugna... Pero que debía confiar en que Dios me libraría en algún momento. Hoy, por la fe, ya no se si eso llegará ocurrir.

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